Nos gustaría compartir con ustedes
A todos los que participan de este proyecto
En las últimas semanas hemos tenido tiempo y espacio para pensar algunas cosas que nos gustaría compartir con ustedes.
Hace tres años, cuando regresamos a Argentina después de un largo periplo de formación, comenzamos un experimento que, con el correr del tiempo, se convertiría en “Mente, vida y sociedad”. Cientos de personas participaron de los seminarios que propusimos en Bella Vista, Martínez, Tigre, Olivos, Palermo y otros barrios de la ciudad de Buenos Aires.
Ese experimento no surgió de la nada. Fue el resultado de una larga meditación que nos llevó a imaginar un proyecto educativo que permitiera a las personas comprender el enorme potencial de sus mentes y sus corazones, y animarlos a percibir la extraordinaria oportunidad que tenemos, cada uno de nosotros, para hacer de nuestras vidas algo verdaderamente significativo.
El proyecto surgió de tres fuentes asociadas a nuestro itinerario de formación.
En primer lugar, el estudio y práctica de la tradición Budista del Mahayana, que enfatiza la compasión y la sabiduría como las dos alas de la Iluminación, y nuestra tradición cristiana que entroniza la verdad y el amor como objetos de nuestra más alta devoción.
En segundo término, el diálogo que hemos mantenido con las corrientes comunitaristas de la filosofía social y política, que nos han ofrecido importantes herramientas conceptuales para pensar la modernidad, no como un logro o una pérdida absoluta, sino como una época ambigua que estamos obligados a repensar a la luz de nuestros más profundos anhelos de comunión.
Finalmente, nuestro compromiso con el pensamiento y la acción auténticamente ecologista inspirada en la obra y la militancia de Arne Naess, el cual nos imagina, no sólo como seres-en-el-mundo, sino también, como seres-en-la-naturaleza.
Todo esto implica un cambio radical de nuestra percepción habitual. Ir del egocentrismo al alter-centrismo; del individualismo ontológico, hacia una noción de radical interdependencia; de un inmanentismo cerrado, un humanismo exclusivista, a un horizonte abierto a la trascendencia.
¿Cuál es la idea de fondo? Que vivimos una época en la cual las personas se encuentran alienadas de sí mismas, alienadas de las comunidades a las que pertenecen y alienadas de la naturaleza.
Y a partir de aquí nos preguntamos: ¿Qué perspectivas debemos cultivar? ¿Qué prácticas debemos nutrir para reintegrar nuestras vidas, para poder escapar al individualismo corrosivo, al egoísmo que hace tan estrechos nuestros propósitos y horizontes de sentido?
En ese contexto, nos impusimos la tarea de comenzar a recorrer un camino que diera frutos, incluso si nosotros no estuviéramos presentes. Un camino que fuera sumando personas detrás de una esperanza común. Entonces, utilizando los cursos como plataforma, comenzamos a convocar a los asistentes que se sentían llamados por el mensaje que transmitíamos para hacerlos parte del proyecto.
Las ideas que fueron tomando forma, inspiradas en el trabajo que se ha venido llevando a cabo en otros lugares del mundo, pero siempre tomando en consideración nuestras peculiaridades culturales y sociales, giran todos en torno a la convicción de que la educación es la clave del cambio que necesitamos producir en nuestro siglo.
Como señala uno de nuestros maestros, aquí educación significa “cambiar el corazón” y encarnar nuestra profunda interdependencia con otros seres humanos y la naturaleza que nos sustenta.
Hemos estado trabajando, con mayor o menor éxito, en tres áreas: (1) educación para niños y adolescentes; (2) educación en ética; y (3) formación en prácticas contemplativas.
Ahora estamos trabajando en una nueva fase del proyecto. Creemos que estos emprendimientos tienen que ser contenidos en una visión comprensiva que tome en consideración aspectos decisivos de nuestra época. Por esa razón, en vista de la fragilidad de las personas, debido al poder que ejerce el estado burocrático y el mercado corporativo, insistimos en la importancia de arraigar nuestro proyecto en una perspectiva descolonizada de los derechos humanos. Una perspectiva que tome en consideración, no sólo los remedios a los malestares que produjo la modernización societaria, sino que nos anime a encontrar en nuestras tradiciones remedios a los malestares culturales que ha traído consigo el individualismo, el atomismo político, y la instrumentalización de los agentes, las sociedades y la naturaleza.
Nuestros coordinadores nos han informado que muchos de los participantes de los grupos de estudio sienten que su formación debe estar acompañada de trabajo de campo, ayudando a mejorar las condiciones de vida de quienes los rodean. El intercambio ha estimulado la imaginación, y la energía común ha animado los corazones de todos. Ese es un signo muy positivo.
Esto nos ha llevado a pensar que es necesario proyectarnos a largo plazo. “Mente, vida y sociedad” puede contener todos estos proyectos. Juntos podemos sumar experiencias y potenciar nuestros propósitos en un fondo común que mejorará nuestro desempeño y nos permitirá convertirnos en una voz en la esfera pública.
Ahora bien, para que esos proyectos puedan sostenerse en el tiempo, tenemos que prepararnos y lograr una mente y una voluntad común. Debemos llegar a convicciones comunes y asumir perspectivas similares. En esa dirección vamos.
Por esa razón, pensamos que los grupos de ética y los retiros que estamos preparando servirán para dar forma a nuestros anhelos y llevarlos a buen puerto. Pero para que eso ocurra debemos cultivar paciencia, además de entusiasmo; disciplina y concentración, además de claridad; generosidad, además de fortaleza.
Las cosas pueden cambiar. De hecho, el mundo está cambiando constantemente, para bien y para mal. Pensar que el mundo es de una manera definitiva y permanente es erróneo. Nosotros podemos ser agentes positivos que dirijan al mundo hacia un destino más luminoso, o quedarnos atrapados en nuestro egoísmo cultivando oscuridad a nuestro alrededor. Por eso, necesitamos paciencia, cuidado y una fuerte convicción. Las cosas pueden cambiar a nuestro alrededor.
Por supuesto, echar a andar un proyecto colectivo es difícil. Los malentendidos y las emociones siempre nos juegan malas pasadas. Pero si tenemos claro que nuestro propósito es trascender las perspectivas estrechas y los egoísmos habituales, estamos haciendo nuestra vida significativa. Podemos confiar que estamos en el camino correcto.
Construyamos ese sueño que todos hemos tenido alguna vez. Un sueño de comunión con nuestros amigos que no se consuma en el placer fugaz de un encuentro arbitrario, sino que sea el producto de una historia que escribimos juntos descubriendo e inventando un horizonte común. Eso es posible. Participar del empeño de muchos que queremos hacer de este mundo algo mejor para todos.